Aedes aegypti viaja en los cacharros y también entre el “descacharrado”

Reflexiones ambientales urbanas (4)

Aedes aegypti se encontró instalado en las viviendas de nuestras ciudades probablemente desde la época de la colonia. Lo demuestran los sucesivos brotes de fiebre amarilla a fines del ‘800 y principios del ‘900. En 1916 se produjo una importante epidemia de dengue en la ciudad de Concordia (Entre Ríos) que afectó a casi la totalidad de su población. Se salvaron los soldados deun regimiento en las afueras de la ciudad. El brote terminó en la ciudad de Paraná al inicio del invierno. Concordia fue el puerto obligado de los viajeros para hacer escala y tomar otro barco unos kilómetros más arriba. Un accidente geográfico presente sobre el río Uruguay le dio nombre a una ciudad del país vecino y hoy es la represa de “Salto Grande”. La gran actividad económica seguramente facilitó la presencia de importantes cantidades de recipientes con agua, y por lo tanto los criaderos del mosquito Aedes aegypti. El dengue era una enfermedad menor y no existía todavía en el planeta su versión “grave”. Para esos tiempos ya existían médicos entomólogos enfocados al problema mayor: “la fiebre amarilla urbana”.

En la década del ´20 se halló al mosquito en cinco barrios porteños. Entre 1954 y 1965, por un acuerdo continental se logra “erradicarlo”. Fue una década muy fría y en Buenos Aires se inspeccionaron 200 mil predios y solo pudo registrarse en seis viviendas de solo un barrio. En esos tiempos existía una ley que permitía a agentes especializados para entrar a las viviendas. Si hallaban un criadero lo rompían con un martillo puntiagudo conocido como piqueta. Los recipientes solían ser de materiales frágiles (vidrio, cerámica, cemento, etc.) y se los denominaba cacharros. La acción de romperlos se denominó “descacharrizar”. Treinta años más tarde el mosquito vuelve a aparecer en el norte de la Argentina y para mediados de los ´90 en la ciudad de Buenos Aires. El Ministerio de Salud aprovechó el mismo término para las acciones de eliminar los recipientes de las viviendas. Hoy se habla de descacharrado para las acciones particulares y municipales de eliminación urbana de basura sólida capaz de acumular agua. Los noticieros nos muestran esas acciones. A los que estamos en el tema nos surge la pregunta respecto a cuál es el destino final de esos cacharros. La mayoría de esos recipientes tienen pegados en sus paredes huevos de Aedes aegypti y estos tienen la particularidad de poder resistir hasta un año sin agua.

La basura sólida ubicada en predios a cielo abierto, o la acumulación de estos residuos en sitios no autorizados, sirve para que los huevos del mosquito viajen pasivamente de localidad en localidad. Esto es porque muchos recipientes tienen valor económico para la reventa por parte de los recicladores de muy bajos recursos. Por otra parte, con solo la presencia de una vivienda o un puesto cercano a los basurales a cielo abierto alcanzaría para que el mosquito mantenga sus poblaciones en buen estado. El agua de la lluvia formará criaderos, la vegetación alimentará a los mosquitos adultos y la sangre humana contribuirá a la puesta de huevos. En base a lo expuesto, los municipios no deben propiciar este tipo de basurales porque son nocivos para la población.

La disposición final puede ser la compactación y enterramiento u otra medida ambiental saludable que implique la eliminación definitiva de las formas inmaduras de los mosquitos.

Nicolás Schweigmann
Grupo de Estudio de Mosquitos EGE-IEGEBA,FCEyN-UBA CONICET
Marta G. Grech
U.N.Patagonia San Juan Bosco CIEMEP, CONICET
Leonardo Horacio Walantus
Proyecto “Vigilancia Epidemiológica. Seguimiento de
Criaderos de Mosquitos de Interés Sanitario” Centro de Investigaciones Entomológicas
Parque Tecnológico Misiones

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Lugares de cría poco comunes de Aedes aegypti

Reflexiones ambientales urbanas (3)

Generalmente escuchamos, leemos o vemos una gran cantidad de información sobre donde puede criar el famoso mosquito. Una parte de esa información es de calidad y otra errónea.

Aedes aegypti cría en recipientes comúnmente llamados (por nosotros los argentinos) tachitos o cacharros son eso y algún otro que pueda acumular agua. Los más comunes son “floreros” de los cementerios, entendiéndose por florero cualquier tarro, frasco, o recipiente de metal donde se pueda colocar flores con agua, las cubiertas de automóvil (las gomas de los autos, etc.). Existe además una gran cantidad de otro tipo de contenedores de agua y conservación de la humedad como los depósitos de agua del descongelamiento de heladeras, sistema de desagote de equipos de aire acondicionado, el frasco de mayonesa (o aceitunas o similar) sobre la heladera para que la batata eche raíces, un inodoro abandonado a la intemperie, los tanques de agua de las casas cuando no tienen la tapa correspondiente, las canaletas de desagüe pluvial en condiciones regulares (pendiente inadecuada) y por sobre todo con hojarasca, bebederos para aves en los jardines, piletas de piso con canillas que goteen, etc.

Hace un par de años, tuve una experiencia diferente con este tema, estando en Brasil con mi esposa y a la vuelta de un congreso en el norte hicimos escala en Salvador de Bahía, no podíamos perder la oportunidad de conocer esa bella ciudad. El hotel modesto pero con muy buena atención y por sobre todo limpio. Sin embargo un día durante la ducha mi señora me llamó diciendo que le parecía que había larvas de mosquitos en la bañera, cuando llegué, evidentemente no estaban. Cuando llegó mi turno de ducha, a los pocos minutos veo que sí, hay larvas. Después de más de 20 años de trabajar con ellos no me quedó ninguna duda de que se trataba de larvas de Aedes aegypti. Vivían en la escasa agua y mucha humedad que se hallaba en el perfil de aluminio que hace de marco a la mampara de la ducha. Salían por el efecto de correntada del agua de la ducha e intentaban volver a su escondrijo de forma muy eficiente. Lo más llamativo del asunto es que sobrevivían al agua tibia (con promedio de 30° C de temperatura ambiente no se suele utilizar agua muy caliente), el jabón, shampú, etc., y de la limpieza diaria de los encargadas de ello (doy fe de su eficiencia). Por supuesto le comenté al conserje del tema y me dijo que no me preocupara, a la mañana siguiente fumigarían todo el hotel y revisarían todas las mamparas de los baños. Al volver a la tarde pude comprobar que efectivamente, la mampara estaba totalmente sellada.

Este relato no es más que para demostrar que cualquier lugar, sobre todo dentro de las casas puede ser un criadero de mosquitos. La otra observación es la responsabilidad de los empleados del hotel para con los pasajeros, a sabiendas de que en esa ciudad es cosa de todos los días la aparición de enfermos de dengue.

Gustavo C. Rossi
Centro de Parásitos y Vectores
CEPAVE – CONICET

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Una de perros, mosquitos y seres humanos

Reflexiones Ambientales Urbanas (2)

La asociación entre perros y personas es de hace por lo menos 12 mil años. La asociación entre Aedes aegypti y los humanos (fuera de África) es de menos de 500 años. Algo similar ocurrió con el mosquito que nos pica de noche.

La asociación con los perros se produjo a instancias de beneficios mutuos y se lo define como un proceso de domesticación. Son confiables para cuidar nuestras casas, sirven de compañía, son utilizados como herramientas de trabajo, etc. Todos estos beneficios se lograron a cambio de proporcionarles alimento, refugio y algunos cuidados. Una ventaja adaptativa de esta asociación es que los perros lograron ocupar exitosamente todos los ecosistemas de la tierra.

La asociación con los mosquitos domésticos produce solo beneficios a favor de los insectos y se conoce como proceso de domiciliación. El hombre provee los microambientes que sirven de refugio, recipientes con agua para la cría. También néctar entre los vegetales como fuente de alimento para los adultos y sangre humana y de las mascotas como fuente de proteínas para la producción de sus huevos. Un ambiente de temperaturas más favorables para su multiplicación y desarrollo. La ventaja adaptativa de esta asociación es, que siguiendo al humano, que el mosquito colonizó casi todas las zonas urbanizadas de la región tropical y templada del planeta.

Tanto perros como mosquitos pueden ser muy peligrosos. Cuando los primeros son abandonados en la vía pública o en las playas, suelen agruparse en jaurías muy peligrosas para los humanos. Por el otro lado, si se dejan muchos recipientes con agua en una vivienda, al tiempo se transformarán en criaderos de mosquitos. Los humanos de ese predio (y sus vecinos “agradecidos”) se sentirán forzados a actuar como dadores de sangre involuntarios. Algunos notarán molestias o ronchas en su piel y otros reaccionarán con alergias. Pero también ambas especies son buenas repartidoras de enfermedades. Los perros pueden transmitir decenas de parásitos muy peligrosos para hombre, conocidas como zoonosis, entre las cuales algunas están resueltas si se actúa con “tenencia responsable de mascotas” (ej. vacunación contra la rabia, desparasitación a los pocos días de vida, castración, etc.). Los mosquitos como el Aedes aegypti puede transmitir gusanos como la Dirofilaria que afecta gravemente a los perros o decenas de virus distintos a los humanos. Solo para la fiebre amarilla urbana existe vacuna. El resto no se encuentra resuelto y por eso la solución es aplicar un control de natalidad ambiental sobre los mosquitos, o sea impedir que las hembras pongan huevos en los recipientes. Eliminar aquellos que no se usan. Poner boca abajo los útiles, tapar las reservas de agua adecuadamente y echar agua hirviendo en las rejillas del patio donde suele quedar agua acumulada.

Indefectiblemente esto representa un cambio de comportamiento ambiental domiciliario que nos deberá asegurar (entre otras cosas) el entorno saludable que nos merecemos.

Nicolás Schweigmann
Grupo de Estudio de Mosquitos EGE-IEGEBA, FCEyN -UBA CONICET.
Edgardo R. Marcos
Veterinaria en Salud Pública.
Facultad de Ciencias Veterinarias, UBA.

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Aedes aegypti entre historias de piratas y el carnaval

Reflexiones Ambientales Urbanas (1)

Hace 145 años Buenos Aires estaba por festejar uno de los carnavales más importantes de su historia. Eran tiempos de inmigración, los conventillos de la zona céntrica se encontraban atestados de inquilinos europeos. Pero la historia arranca en 1555 cuando los piratas John Hawkins y Francis Drake formaron la primera empresa comercial de esclavos con entrega puerto a puerto. Los barcos llevaban provisiones y agua. Dentro de los barriles viajaron también pequeños insectos polizones africanos, como huevos (pegados en las paredes) y como larvas o pupas nadando en el agua. A medida que los barcos atracaban en los distintos puertos, los insectos bajaron con los recipientes o por su propia cuenta mientras que los esclavos eran vendidos en subastas públicas. Los mercaderes se encargaron de evitar rebeliones, al entregar en cada localidad a personas de orígenes y lenguajes diferentes. Con el tiempo los esclavos de la región del Plata se “acriollaron” y encontraron vías de comunicación alternativa. Dicen que así nació el Candombe. A partir de golpeteos de manos y objetos, pudieron compartir sentimientos y un poco de alegría. Lograron contagiar y sus bailes se incorporaron a los festejos tradicionales. Por otro lado los pequeños polizones, hoy conocidos como Aedes aegypti, pasaron desapercibidos para el conocimiento, exploraron y ocuparon el único ambiente que les permitió la naturaleza urbana: los recipientes que acumulan agua en las viviendas.

En esos tiempos no existía el agua corriente para las 170 mil personas que vivían en la ciudad de Buenos Aires. Para el 27 de enero de 1871 se conocieron oficialmente dos casos de “vómito negro” en el barrio de San Telmo. La comisión municipal desoyó las advertencias de los doctores y continuó con la organización del carnaval. Los enfermos aumentaron exponencialmente. Los festejos entretuvieron a los porteños con bailes, desfiles de comparsas. Ya terminado el carnaval, en marzo, se registraron 40 a 100 muertes diarias, totalizando unas 13 mil setecientas personas. Los coches fúnebres no alcanzaron para tanta demanda, el cementerio del sur colapsó y se cerró. El primer ferrocarril llevado por “La Porteña” tuvo que desviar su recorrido hacia los bajos de la Chacarita para descargar los cadáveres en fosas comunes. Su motorman enfermó de lo mismo y se convirtió en el primer mártir ferroviario. Miles de personas escaparon de la ciudad. Los vecinos responsabilizaron a las autoridades por permitir la instalación de un saladero y una curtiembre a las orillas del riachuelo. En ese entonces, el conocimiento científico planteaba que los aires pútridos, los malos aires, o los miasmas serían los responsables de la fiebre amarilla. En esos tiempos no se sabía que Aedes aegypti era el único transmisor de la fiebre amarilla urbana.

Nicolás Schweigmann
Grupo de Estudio de Mosquitos
EGE-IEGEBA, FCEyN -UBA CONICET

Hernán Gustavo Solari
Departamento.Física-FCEyN-UBA – CONICET

Documento original

https://mosquitosargentina.wordpress.com/

Origen

En la ciudad de Buenos Aires, entre los años 1852 y 1871 tuvieron lugar importantes epidemias de fiebre amarilla, dando como resultado la muerte de un importante número de personas. Posteriormente, tanto en la ciudad como en el resto del país, se registraron casos aislados de esta enfermedad hasta principios del siglo XX. En ese entonces se desconocía la transmisión de esta dolencia, que recién pudo ser relacionada con el mosquito Aedes aegypti por el médico cubano Carlos Finlay en 1871.

Recién en 1878, se iniciaron los estudios sobre mosquitos en Argentina, cuando Lynch Arribálzaga publicó la descripción de tres especies nuevas para la ciencia, años después, en 1891, publicó el libro Dipterología Argentina, donde los mosquitos tuvieron una atención relevante, convirtiéndolo en una obra de referencia.

Los estudios sobre mosquitos se intensificaron durante las décadas de 1950 y 1960, época en que en Argentina hubo un auge por el estudio taxonómico de las especies de culícidos. Posteriormente, luego de la “erradicación” de Aedes aegypti en 1967, hubo una disminución en los estudios referidos a Culicidae, retomándoselos recién a fines de la década de 1980, cuando Aedes aegypti se introdujo nuevamente en el paísComo consecuencia de eso, a partir de la década de 1990 se formaron nuevos grupos de investigación en varias provincias de Argentina.

A fines de la década de 1990, como consecuencia de la realización de las Primeras Jornadas Regionales sobre Mosquitos, llevadas a cabo en la Universidad de Buenos Aires, y repetida periódicamente en otras Universidades del país, permitió una mayor y más frecuente interacción entre los investigadores. Ya en el nuevo milenio, se habían establecido en numerosas provincias de Argentina, varios grupos de investigadores, lo que trajo aparejado una intensificación de los estudios sobre mosquitos a nivel regional.

Han pasado 142 años desde los primeros aportes del Lynch Arribálzaga, y la información que se fue acumulando durante esos años, justificó un trabajo que la compendiara. Fue así que durante las 9º Jornadas Regionales sobre Mosquitos realizadas en la ciudad de Resistencia, Chaco, en 2015, se propuso escribir un libro sobre mosquitos de Argentina en donde se volcaran todos los aspectos que se habían estudiado hasta ese momento. Hoy, podemos disponer de ese libro, escrito por investigadores de todas las regiones del país. Esa obra se dio a conocer durante las 10º Jornadas Regionales sobre Mosquitos, en la ciudad de Mar del Plata, en septiembre de 2016. Para ese entonces, ya había grupos de investigación sobre mosquitos bien consolidados en todas las regiones del país.

A fines de 2019, se declaró la pandemia por Coranavirus (Covid-19), y en marzo de 2020, la Argentina se preparaba para afrontarla. Mediante un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), el gobierno Argentina, declaró el Aislamiento Social Obligatorio en donde se instaba a todo el pueblo argentino a permanecer dentro de sus viviendas mientras durara la pandemia.

Simultáneamente a la epidemia del Covid-19, en Argentina, se habían notificado más de 4.000 casos de dengue clásico, número que superaba a lo registrado años anteriores. A medida que la pandemia avanzaba, los casos de dengue también aumentaban. Hasta la semana epidemiológica 12 (25 de marzo de 2020) se había registrado 26.351 casos con sospecha de dengue u otros arbovirus, de los cuales 7.862 resultaron confirmados y probables para dengue. Hasta ese momento, se registraban en diferentes sitios del territorio nacional, la presencia de tres serotipos: DEN-1, DEN-2 y DEN-4. Hasta esa fecha, el número de fallecidos por dengue era de siete personas.

A raíz de esa situación, y considerando que el Aislamiento Social Obligatorio podía ser un buen momento para que la población eliminara los potenciales criaderos de Aedes aegypti, entre un grupo de investigadores propusimos iniciar una campaña por medio de afiches para concientizar a la gente de aprovechar el confinamiento para “descacharrar”. Rápidamente se fueron sumando más personas de todos los grupos del país, y de ese modo quedamos constituimos como “Grupos de Investigación sobre Mosquitos en Argentina” (GIMA).